Sin lugar a duda la palabra “inflación” fue una de las más mencionadas en el 2022, sin embargo, conforme nos acercamos al cierre del año, los comentarios ante una posible recesión en el 2023 comienzan a escucharse cada vez más. Diversas instituciones financieras y bancarias, así como analistas económicos, opinan que la inflación ya tocó techo y que ahora sigue ver las consecuencias de esta, considerando las medidas que se tomaron para contenerla, es decir, la subida en las tasas de referencia por parte de los Bancos Centrales, buscando “frenar la economía”, incentivando el ahorro y, por lo tanto, disminuyendo el flujo de efectivo en el mercado. La mencionada desaceleración económica era algo deseable hasta cierto punto, sabiendo que se podía provocar a su vez una recesión.
Se considera recesión económica cuando ocurre crecimiento negativo durante dos trimestres consecutivos, medida por variaciones negativas en la tasa del PIB (Producto Interno Bruto), es decir, hay deterioro económico, lo cual se refleja en la disminución en el consumo, en las inversiones y en la producción de bienes y servicios. Digamos que una empresa registra reducción en ventas durante 6 meses consecutivos, lo esperado es que también disminuya su producción y, por el momento, no tenga contemplada la expansión de su capacidad instalada, es decir, no tendrá pensado invertir en el corto plazo para el crecimiento. De tal manera, tampoco requerirá la contratación de más colaboradores, e incluso, quizá reduzca su plantilla laboral. La disminución en la demanda de bienes eventualmente conducirá a la baja en precios y, por lo tanto, disminuirá la tasa de inflación. Pudiéramos pensar que esto es bueno, pero no hay que perder de vista que un escenario deflacionario constante es peligroso, estanca a las economías.
Les comparto un breve video que explica de forma simple lo que es una recesión económica, incluyendo sus posibles causas.
Existe otra alternativa en donde la inflación no logra contenerse aun cuando ya se está cursando con una recesión económica, a esto se le conoce como “estanflación”. Lo preocupante de este escenario, es que los precios continúan en aumento (inflación) y, a la par, la economía tiene un comportamiento negativo (recesión). La estanflación es un fenómeno paradójico, ya que cuando existe inflación, entendemos que hay mucho dinero en circulación, lo cual conduce al aumento en los precios y, por lo tanto, al crecimiento en la economía, ya que, ante mayor demanda, se tiene que producir más bienes para cubrir las necesidades de los consumidores, generando mayores fuentes de empleo. En la estanflación esto no ocurre, sino que la economía lejos de crecer tiene un comportamiento negativo, la tasa de variación del PIB va hacia abajo; en pocas palabras, no se está creciendo y todo está más caro.
Es bien sabido que nuestra economía se encuentra fuertemente ligada con el desempeño de Estados Unidos. Entonces, al observar cómo se ha comportado nuestro vecino en los últimos meses, así como la expectativa de su crecimiento en el próximo año, surgen preocupaciones sobre los que nos espera como país en 2023. Las exportaciones de México crecieron 3.2% por ciento en el tercer trimestre de 2022, de acuerdo con datos de Banxico, y el 80% tuvieron su destino en Estados Unidos. Por otro lado, en octubre de este año se reportó una tasa de crecimiento interanual de 14.6% de las remesas, representando la segunda fuente más importante de divisas en México, después de las exportaciones automotrices, superando los ingresos del sector agrícola. Resulta evidente la gran cantidad de ingresos que percibimos como país gracias a nuestra relación comercial con Estados Unidos.
Les dejo un artículo reciente donde el subgobernador de Banxico (Jonathan Heath) comparte su opinión sobre el efecto que tendría una recesión en Estados Unidos sobre la economía mexicana.
Aun cuando existen predicciones con base a los ciclos económicos y los acontecimientos presentados en los últimos años, no es posible saber con exactitud lo que sucederá en el 2023; la historia nos ha enseñado que las circunstancias cambian y, lo que quizá parecía un panorama favorable, se puede tornar más complejo de lo esperado o, por el contrario, conducir a un resultado mucho más alentador.
Considero que lo que nos corresponde hacer es estar atentos al desarrollo en los próximos meses, mantener la calma, sin tomar posturas alarmistas, pero sí con la capacidad de tomar acciones oportunas que nos permitan afrontar lo que venga de la mejor manera, es decir, tener una respuesta temprana; quizá no sea factible evitar impactos negativos en un dado momento, pero sí mitigarlos en la medida de lo posible.